Cada vez que arrancamos el pétalo de una flor, una hoja, una rama o cualquier otra parte de una planta, esta libera un perfume. Esto significa que se ha liberado un aceite esencial.
Los aceites esenciales. también llamados esencias, aceites volátiles o aceites etéreos, son una mezcla de sustancias aromáticas producidas por muchas plantas. Están presentes en forma de minúsculas gotas en las hojas, en la piel de la fruta, en la resina, en las ramas o en la madera. Las plantas poseen pequeñas cantidades de aceite esencial respecto a su masa vegetal. Estos aceites son olorosos y muy volátiles, es decir, que se evaporan rápidamente al entrar en contacto con el aire. Tienen una química compleja, pero en general son una mezcla de terpenos, alcoholes, aldehídos, ésteres,...
Son solubles en los aceites y en el alcohol, e insolubles en el agua, aunque le transmiten el perfume y son inflamables.
La composición de una esencia natural es mucho más compleja que la suma de sus constituyentes. Los experimentos clínicos han demostrado que las esencias sintéticas no tienen en absoluto la misma eficacia y actividad que las naturales. La reproducción en un laboratorio de una esencia de la que se conoce la composición genera un compuesto que sólo es aparentemente igual al original.
Las esencias contenidas en la planta modifican su composición de un lugar a otro según cambie la estación y la hora del día.
Las cualidades de los aceites esenciales varían en función del tiempo de recogida, también por el tipo de suelo, por el procedimiento de extracción y de conservación. Las plantas destinadas a la extracción de la esencia se recolectan al alba, cuando aún hay rocío y antes de que el calor del sol libere la sustancia aromática. No existen dos plantas con el mismo perfume y la esencia representa en cierto sentido la personalidad de la planta, que, como ser vivo que es, será única e irreproductible. La esencia lleva en sí misma la huella del vegetal del que procede, y si es pura y ha sido extraída de forma correcta y respectuosa, se presenta extremadamente concentrada.
Los aceites esenciales. también llamados esencias, aceites volátiles o aceites etéreos, son una mezcla de sustancias aromáticas producidas por muchas plantas. Están presentes en forma de minúsculas gotas en las hojas, en la piel de la fruta, en la resina, en las ramas o en la madera. Las plantas poseen pequeñas cantidades de aceite esencial respecto a su masa vegetal. Estos aceites son olorosos y muy volátiles, es decir, que se evaporan rápidamente al entrar en contacto con el aire. Tienen una química compleja, pero en general son una mezcla de terpenos, alcoholes, aldehídos, ésteres,...
Son solubles en los aceites y en el alcohol, e insolubles en el agua, aunque le transmiten el perfume y son inflamables.
La composición de una esencia natural es mucho más compleja que la suma de sus constituyentes. Los experimentos clínicos han demostrado que las esencias sintéticas no tienen en absoluto la misma eficacia y actividad que las naturales. La reproducción en un laboratorio de una esencia de la que se conoce la composición genera un compuesto que sólo es aparentemente igual al original.
Las esencias contenidas en la planta modifican su composición de un lugar a otro según cambie la estación y la hora del día.
Las cualidades de los aceites esenciales varían en función del tiempo de recogida, también por el tipo de suelo, por el procedimiento de extracción y de conservación. Las plantas destinadas a la extracción de la esencia se recolectan al alba, cuando aún hay rocío y antes de que el calor del sol libere la sustancia aromática. No existen dos plantas con el mismo perfume y la esencia representa en cierto sentido la personalidad de la planta, que, como ser vivo que es, será única e irreproductible. La esencia lleva en sí misma la huella del vegetal del que procede, y si es pura y ha sido extraída de forma correcta y respectuosa, se presenta extremadamente concentrada.
Libro: Aceites esenciales; Las guías del bienestar para recuperar la vitalidad y la belleza. De Francesco Padrini-Maria Teresa Lucheroni
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